UN PRESENTE ARCHIVADO


Lo siguiente es un relato verídico. Las palabras no son todas mías, pero me encontraron y cuando terminé de leerlas, me invadió la obligación por compartirlas. Como yo, sé que ustedes también alguna vez creyeron la misma mentira que nos contaron. Por eso, les comparto este mensaje y adjunto evidencia de que todo lo que una vez por algunas fue sospechado, es indiscutiblemente cierto. Propongo juntarnos cuanto antes para iniciar la planificación correspondiente de lo que será nuestra futura.


En la mañana del domingo, estaba yo de camino a la casa de don Cristobal como de costumbre, para llevar las ropas de la semana ya lavadas y planchadas. Esperaba en la estación, el tren se había atrasado y encontré espacio para sentarme en un banquito junto a un deambulante. Me pareció curioso, pues no apestaba. Aún así, estaba cubierto de pies a cabeza y no hacía frío, al contrario. No le dije nada sobre eso, porque ¿qué me importa a mí a qué temperaturas decida la gente someter su cuerpo? Pero conversamos, irónicamente del clima. Me dijo que extrañaba la lluvia, que en su pueblo llovía casi todos los días y un poco entendí su cobertura. Supuse que cuando se acostumbra uno a vivir entre los 55°F a los 70°F como mucho, adapta también sus opciones de vestimenta. ¡Acá que principalmente conocemos el calor! 92°F en adelante. Si fuese seguro, andaría desnuda. No me di cuenta del momento en que se pobló toda la estación. Casi perdemos el tren. Bueno, casi lo pierdo yo. Supe después que Río tenía otros planes, así me dijo que se llamaba. Tampoco sé si es un hombre o una mujer. Su tono de voz estaba como por un Si Bemol y sus facciones -además de encarnar una profunda pena- no aportaban pista alguna de su genitalia. No es importante. 


Cuando llegó el tren, Río se levantó tan rápido como un resorte y sin decirme nada, se encaminó a uno de los vagones entre el gentío. A mí me tomó unos minutos reorganizar las ropas en mis brazos y asegurarme de que no dejaba nada. Fue entonces cuando noté que Río había olvidado su maleta. La recogí para entregársela pero, cuando logré llegar al vagón, no le vi por ninguna parte. Caminé entre la gente pasillo abajo -lo que pude- antes de que arrancara el tren. Cuando llegué a la otra puerta, estaba Río esperándome afuera, en el borde de la plataforma. «¡Tu maleta!» Le dije extendiéndole el brazo. «Ahora es tuya.» Me respondió solo eso -con una sonrisa-, empujó mi brazo hacia mí y se cerró la puerta. Clavó sus ojos en los míos, que seguramente se achicaron por mi desconcierto, y me vio partir con su maleta, ahora mía y desde ahora, también de ustedes. La llevé conmigo a la casa de don Cristobal. Una vez acomodadas todas las ropas en sus respectivos roperos, aproveché que aún no llegaba el señor de su cita con Dios y me senté un momento en la sala para matar de una vez la curiosidad. 


Cuando abrí la maleta, tenía de un lado un espejo y al otro, un montón de papeles amarillentos. Agarré unos pocos intentando descifrar de qué se trataban pero al ver que tenían fechas con unos años que nunca había visto, supe que necesitaría más tiempo para entender de qué manera organizarlos siguiendo alguna cronología. El señor no tardaba en llegar así que volví a cerrar la maleta y aligeré el paso para evitar compartir la energía. Yo llevo las ropas, pero, quien va a buscarlas es Laura, que es quien mejor sabe manejarlo. Don Cristobal no es un hombre fácil, bueno, casi ninguno lo es y eso ustedes ya lo saben. Sé que no hace falta que entre en detalles. Logré salirme de la casa a tiempo. Para no tener otro encuentro misterioso en el tren, decidí caminar por la ruta vieja. Por lo general, prefiero no cargar con nada más los domingos de entrega para que mis brazos descansen pero, en esta ocasión, no me molestaba el peso de la maleta. La ansiedad por llegar para averiguar el misterio de las crónicas, me hizo ir tan rápido y enfocada que ni siquiera tuve oportunidad de escuchar los comunes silbidos del camino. 


Me tomó un rato organizarlas todas, menos mal que había una leyenda para los «años». Aquí incluiré algunas, las que me parecen más pertinentes. Empezaré con la primera según el orden que entendí y ya luego van saltando de unas a otras. No descarten ni una, es importante que devoren cada palabra. Había una instrucción adicional junto al espejo, cuando terminen de leer una, tómense un momento para mirarse. Es importante que se miren. Miren bien la forma de sus ojos, como presionan sus labios o si los estiran para moldear una sonrisa. También recomiendo que se sirvan una taza de su té favorito o si prefieren café, que sea puya. Eviten el azúcar por hoy. 


26 de octubre del año de la bromelia


A quien lea: 


A la primera luz del día, sentí necesidad de escribir. Me sahumé primero para anestesiar al ego y cogí un papel. Presiento que las cosas van a cambiar prontísimo y me preocupa la futura. Es agobiante el proceso al que seremos forzadas. Silencio. Se empieza a respirar pesado. Las palomas ya empezaron a emigrar, y eso que no les toca. Lo pueden sentir. Los helechos pararon de crecer, y eso que había por montones. La arena se puso oscura. El aire está bien sucio. Van a cambiar las cosas, se perderá todo el progreso. Seres, al parecer, no-terrestres, cortaron la conexión con la madre. Yo tenía que decirlo aquí, antes de que ellos borren todo lo que conocemos. El balance no va a durar mucho, el peso se está juntando en un solo lugar y acá ya quedamos bien pocas. Las que habían salido del islote para seguir haciendo crecer la tierra, las han querido domesticar. Las que intentan resistir, se las lleva la muerte en contra de su voluntad. Si lees esto, ¡no abandones la tierra! Vuelve a meter en ella tus manos. 


17 de agosto del año del girasol


A quien lea: 


A la distancia, se empiezan a levantar montones de edificios. ¿Sabrán ellos que el cemento no se respira? Escuché el otro día que algunos llegaron cerca pero a falta de atuendo apropiado para estas tierras, se marcharon y no han vuelto. Yo no dudo ni un segundo que un día de estos se aparezca el doble. ¡Se les da tan fácil multiplicarse! No me explico cómo es que piensan que se puede mantener tantas vidas. Están ocupando mucho. ¡Es increíble! Escuché que quienes llevan menos tiempo dejándole huellas a la tierra, no saben nombrar las flores que nacen en sus jardines. 


4 de febrero del año de la lavanda


A quien lea: 


Ayer visité la «tierra principal» como le llaman. Quería confirmar que nuestra existencia aún estuviese a salvo. Es difícil enterarte de cosas sin cometer la imprudencia de compartir tu verdad. Pero falta tanto entendimiento. Me llevé semillas y polinicé varios residuos de tierra que pude encontrar. ¡La madre necesita tanta ayuda! Se me nublan los ojos de solo pensar en cuánto quisiera hacer por ella. Por eso escribo aquí todo esto, con la esperanza de que quien lo encuentre se haga eco de alguna manera. ¡Los no-terrestres se quieren quedar con todo!


30 de mayo del año de la magnolia 


A quien lea: 


Hoy comenzamos a hacer simulacros de colonización, por si llegan, saber hacia dónde dirigirnos para escapar. Escogimos también un lugar donde guardar asuntos de importancia que necesitaremos para cuando podamos reencontrarnos. Decidimos escapar porque sabemos que no vale la pena luchar a estas alturas. Tampoco vamos a dejarnos matar, porque no nos da la gana de que nos quiten el derecho a escoger los términos y el momento. Ellos ven la muerte como un castigo que les provoca placer. No nos da la gana de ser instrumentos. 



22 de julio del año del lirio 


A quien lea: 


Hace 2 días volví a ir allá. ¡Es espantoso! Clonaron el cemento. Los árboles se pueden contar y sobran números. Casi no logro volver porque ahora hay que evidenciar tu valor como criatura para que te permitan poner tus pies en el suelo. Determinan si eres «legal» o «ilegal» por dónde naciste o cuánto posees. ¡Cómo si hubiese tal cosa como tierras distintas! Es absurda la manera en que se han complicado y como lastiman a la madre fragmentándola. ¿Dónde está la lógica de destruir la casa que te acoge? Y luego se cuestionan el por qué de las tormentas como si la madre no tuviese derecho a defenderse. Escuché que para ellos es el año 19algo, no logré pillar el resto. Los no-terrestres le han hecho creer a la gente -principalmente a ellos mismos- que por su fuerza, son superiores. Pero, tienen el clítoris deforme y externo — anota esto, por si algún día necesitas defenderte, ese es un punto débil. 


14 de septiembre del año de la amapola 


A quien lea:


Se nos dio una buena cosecha de Enigma este mes. Las semillas ya están listas, pero no sé si mi voluntad opine igual. Cada día me es más duro llevarme allá. Hemos vuelto a tener varios simulacros. Es agotador vivir con miedo a que un día te cambien tu realidad completa por cumplir un capricho. Quieren dominar todo pero lo que construyen se les corroe hasta desmoronarse. Viven con una obsesión tremenda por la eternidad, sin entender que somos un ciclo. Las flores están tristes, lo noto en su mirar. Tratan de disimular abriéndose para que yo sonría, pero sé que están cansadas también. Les he exigido muchísimo, me siento culpable a veces. Pero, también sé que ellas saben que lo hago para que no les olviden y así no dejen de existir.


1 de diciembre del año del cactus 


A quien lea: 


Le pusieron alas mecánicas al tiempo y avanzó demasiado. El islote se ha hecho más chiquito. Las aguas están rabiosas y se desquitan con los bordes. La buena noticia, es que eso les quita las ganas a los colonos de llegar acá y un poco hemos podido descansar más serenas. Anoche hasta pude volver a soñar. Vivía yo en una cuevita, con la compañía de un zorro. Había una quebrada bien cerca y allá íbamos a darle pan a los peces. Mirábamos al sol esconderse detrás de las nubes cuando llegaban ellas -majestuosas- a darle un descanso a nuestros ojos. Un campo de lavanda crecía, logrando alcanzar el mismo tamaño del monumento aquel que le hicieron al genocida. Me despertó la extrañeza de que todo fuese tan tranquilo en ese mundito que me acababa de inventar. Se que lo soñé porque ya lo viví, por eso me senté a escribirlo para no olvidarlo y que cuando encuentre esto sepa que es posible, porque ya fue. 


10 de febrero del año del moriviví 


A quien lea: 


Empiezo a sentir que hice lo que pude y eso tiene que ser suficiente. Me he cansado de escribir y ya decidí que dentro de tres días, morirá este cuerpo. Le abandono. Las flores, como yo, se rindieron. Hay un montón que dejaron de existir varias vueltas atrás. La única esperanza queda en los hongos, los únicos que han logrado digerir lo que sea que deseches. Yo llevé los más que pude pero me quedó mucho terreno por cubrir. Fue difícil competir con los taladores. Sobran las «profesiones» que practican la destrucción. Abrázate un momento ahora y siéntente. Di que me quieres en el espejo que te puse aquí. No ha sido tu culpa, pero depende de lo que hagas ahora, sí. Por si aún no lo has descifrado, te lo digo claro ahora. La vida que conoces es un mito que se inventaron los que llamas «hombres» cuando se reconocieron diferentes, con un miembro como evidencia de un desarrollo incompleto, pero necesario para continuar la especie de una forma más simple. Si te fijas en cómo están construidos, notarás que tu versión es el 2.0 -si es que naciste lo que se conoce como «mujer», me refiero- y no al revés como han dicho. Aunque al final, somos casi lo mismo, uno afuera y uno adentro. Y aquí estoy hablando solo del cuerpo, el alma es una, que se dividió en las estrellas. Eso debes saberlo ya. Lo último que te diré, es que no olvides que las soluciones las tiene la tierra, que es la madre absoluta de todo lo que existe. Escúchala, su voz te resuena adentro. Cuando leas esto, es probable que corras riesgo de ser perseguida porque a ninguno le conviene que se sepa la verdad. No tengas miedo y busca a tus hermanas. Si por casualidad te tocó en esta vida nacer viéndote como uno de ellos, búscate bien adentro y te encontrarás. Ayúdate como te sea útil, confía en la tierra y no actúes como si no fueses parte de ella, como un no-terrestre. Una vez hayas compartido esto con tus hermanas, la regla es esta: devuélvelo todo a la misma maleta, no te quedes con nada. Reemplaza el espejo si ha sufrido algún daño que impida que te puedas mirar bien. Cúbrete y ve a una estación. Espera cualquier tren y quien a tu lado se siente, dile que te llamas Río. Déjale esta maleta sin decir nada más. La energía nunca se equivoca, no olvides eso. Me despido ahora, hasta que nos volvamos a encontrar. 


Como de seguro también sienten, es urgente que nos juntemos. Hay otras crónicas que muero enseñarles. Me urge que nos veamos para podernos abrazar. Lleguen a mi casa el próximo domingo, no me toca ir a la casa de don Cristobal. Podemos sentarnos todas a leer y decidir quién será Río. Les voy a esperar con café y quesitos. Creo que también tengo unas galletas en la alacena. Si pueden traer frutas, sería rico. No he podido conseguir desde la última emigración. Cada vez llegan más, no hay a dónde mirar sin encontrarse un supuesto empresario. Ojalá no me toque nunca encarnar un cuerpo de esos que me vaya a atrasar. Hoy más que nunca, honro mi sangre. ¡Vengan! 

Las estaré esperando. 



— MELISSA ORSINI 

Borikén, El Caribe

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