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  — Me hubiese quedado en casa. — declaró Li con el tono ese que se había inventado a los 13 años para recordarle su autonomía a su papá.

Había llegado la tercera semana de julio y a la matriarca de la familia Ruiz Batista le habían entrado unas repentinas ganas de irse de vacaciones. Repentinas bien entre comillas… realmente lo que había pasado fue que la noche anterior a falta de melatonina, el insomnio se la comía viva. Quiso poner en práctica su rol de mamá moderna y se sentó en su esquinita de la sala a scrolear en la infinita For You Page de su TikTok recién instalado. Ahí se topó con varios recaps de las familias más exitosas del internet en vacaciones y dejó que la envidia tomara el control de sus manos. Torpemente hizo una búsqueda en Google y se encontró una oferta de un Airbnb que prometía una vista y experiencia única en el corazón del Yunque. 


La mañana siguiente, mientras el sol a penas empezaba a asomarse, la señora Batista revisaba su alacena para escoger el menú del día y determinar qué le haría falta conseguir en la irremediable parada que tendría que hacer, consecuencia del improviso. El ruido de las maletas rodando por el pasillo obligó a Li a madrugar. Cuando salió de su cuarto para cuestionar la interrupción de su sueño, se encontró con la sonrisa de su madre que no tardó en compartirle el plan para el fin de semana. «¿Y cuándo fue que decidiste esto?» le preguntó Li con evidente molestia. De nada sirvieron las quejas, ni siquiera el señor Ruiz tuvo algo que decir. Después de desayunar, se aventuraron a las dos horas de camino. Llegaron al Yunque. En la entrada se encontraron un ranger indicando que el paso estaba bloqueado. «No podremos recibir visitantes en esta área hasta nuevo aviso. A la casa del árbol, el Airbnb nuevo, le cayó un rayo anoche». 



— MELISSA ORSINI 

Borikén, El Caribe

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