RIENDO SURCOS


¿por qué escribir?


dicen que ser humano suele resumirse en el afán de eternizarse, como si no entender la procedencia exacta fuese inspiración para desear quedarse en lo conocido. afán que así como nadie vive en absoluta soledad, se colectivizó y logró trenzarse en la raíz de cada ser. aflora siempre en alguna etapa de la vida y las herramientas para tirar ese puente, son infinitas. dicen que después de coreografiar aquello que las lenguas ejecutarían para entenderse, se dieron cuenta que algunas cosas dichas merecían grabarse más allá de dibujos en piedras. y se buscó favorecerse con los recursos inmediatos hasta lograr que ese grabado fuese permanente. después -así, como la especie- vino la reproducción masiva, formas de ocupar y sembrarse en terrenos cerebrales. ¿torturas o avances? aún no lo desciframos. hay quienes todavía mantienen los mismos fines, pero — otres lograron arcillar la semilla para inventarle nuevos moldes. otres prefirieron reformar a mano libre, sin límites ni instrucciones. algunes han logrado traducir la honestidad, suelen andar con la piel floreada y un hueco en el pecho. vigilantes, silentes, con los oídos abiertos y el tiempo en las manos. descubrieron que el propósito no tiene que ser ninguno, que se cumple solo -cuando hace falta, cuando no se espera- que se escribe porque hay cosas que decir, hay que decir cosas. para que no se acomoden, porque son huéspedes de alto mantenimiento. y cuando se sobrepasa el límite espacial, ocurren fugas. hay quienes afirman que son necesarias porque sirven de buena compañía: a una pena que se había cansado, a una alegría muda. nosotres, que hemos convivido con varias penas-varias alegrías, voluntarizamos nuestros intentos, nuestro soplo de burbujas que no logra encerrar a nadie. hay quienes dirán otras cosas, lo bueno es que no tienes que creernos — también puedes creerle a todes. da igual. las palabras seguirán riendo surcos aunque no se digan. 


 — MELISSA ORSINI 

Borikén, El Caribe



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